viernes, 10 de julio de 2015



CÓMO Y POR QUÉ EN COLOMBIA SE CRUZARON TANTAS RAZAS
Pilar Lozano

-Abuelo, ¿cómo llegaron los hombres a Colombia? le pregunté una noche al viejo. Me arrunché bien en un cojín y escuché esta historia: -Pequeño, los científicos encargados de escudriñar en el pasado de los hombres, no se han puesto de acuerdo sobre cuándo y cómo llegó el hombre a América. -Unos dicen que por el estrecho de Bering pasó gente de Asia a América de Norte. Otros aseguran que los polinesios, que eran grandes navegantes, pues sabían manejar los vientos, fueron los primeros en arribar al continente. Otros afirman que América fue poblada por el sur, desde 

Australia, a través del polo. -En Colombia, los investigadores han llegado a una conclusión asombrosa luego de estudiar con delicada paciencia algunos trozos de huesos y piedras; en el año 10.000 antes de Cristo, ya había hombres viviendo en estas tierras. Sin embargo, dicen ellos, los agustinianos fueron de los primeros en desarrollar una cultura importante en nuestro país. Habitaron lo que hoy es el sur del Huila. En el parque arqueológico de San Agustín se conservan aún las inmensas estatuas talladas en piedra y las tumbas donde enterraron a sus muertos.

-San Agustín era un hermoso centro cultural. Allí se rendía culto a los muertos. Las estatuas de piedra representan animales míticos: la rana simboliza la muerte; el águila, la creación; y el mono la virilidad. Los agustinianos, con toda su creadora imaginación, desaparecieron unos trescientos años antes de la conquista. -Pues bien, lo cierto es que cuando los españoles desembarcaron en lo que hoy se llama Colombia, en 1502, encontraron, según muchos estudiosos, unos 850 mil nativos. -En el centro del país vivían los muiscas. Explotaban la sal, el oro y las esmeraldas. Adoraban al Sol, la Luna y el arco iris. -En lo que hoy son Quindío y Risaralda, habitaban los quimbayas. Ellos tenían la costumbre de vestirse en oro cuando marchaban a la guerra. Nadie le dio al oro formas tan hermosas como los quimbayas.

-Al norte, los españoles encontraron a los motilones. Les temían porque eran aguerridos y envenenaban sus flechas para matar a sus enemigos. -Los tayronas poblaban la Sierra Nevada de Santa Marta, y sabían mucho de arquitectura. -Los pijaos, los caribes, los muiscas, los pances, los zenúes y muchos grupos más... vivían también en Colombia...Unos usaban la pintura del cuerpo como único vestido; otros se cubrían con hermosas mantas de lana. -Y como había tanto oro y tanta plata, y eran tantas las minas del Nuevo Mundo, la Corona española decidió traer esclavos negros para ayudar a explotar tamaña riqueza.

En las bodegas de los galeones trajeron de África los hombres negros, encadenados por el cuello y con grillos en los pies. Los negros, altos y fornidos, eran los únicos capaces de resistir el calor del trópico y los arduos trabajos de las minas. -Dicen los historiadores que entre 1540 y 1810 pudieron llegar a Colombia unos 150 mil esclavos negros. Ellos aportaron de sus países de origen, Senegal, Guinea y Gambia, su música de tambores, su fuerza y su magia.

-Los colores de estas tres razas –indígena, blanca y negra– se mezclaron y hoy Colombia es mayoritariamente mestiza. Esa fusión de culturas la hace inmensamente rica. El 16 por ciento de sus 44 millones de habitantes –cifra del dos mil-, son afrocolombianos, es decir, 10 millones y medio. -Los indígenas, con la conquista, poco a poco se fueron extinguiendo. Unos no soportaron los trabajos rudos de las minas. Otros fueron arrasados en las batallas contra los españoles y otros muchos, al ver sus tierras invadidas, murieron derrotados por la tristeza. -Fueron dueños de muchas tierras, en la actualidad ocupan sitios apartados en los que tratan de salvar su cultura y sus costumbres. Son un poco más de medio millón. Pertenecen a 84 etnias y hablan diferentes lenguas. -Hay muchos grupos: los cuna, los uitotos, los curripacos, los paeces, los tucanos, los ticunas, los wayúus, los guambianos....


-¿Sabes? yo fui amigo de un cacique puinave. Él vivía en río Guaviare, en un 
caserío se llama Barrancominas. Tenía 38 años de edad y era cacique de 40 pueblos. Él me contó muchas historias fantásticas. -Decía, por ejemplo, que todos los de su tribu pueden convertirse en tigre. “Uno siente cuando la forma del humano va vagando y va subiendo la forma de tigre”, me decía. Eso sí, mantenía como un secreto la sabiduría que su padre le había transmitido cuando él sólo tenía 14 años. 

-En la escuela, además del español, los niños indígenas y los niños de piel negra aprenden su lengua nativa y, a través de ella, creencias, tradiciones y valores heredados de los antiguos. -Los emberas hablan de Akore, su Dios. El profesor guambiano enseña que u es flor; isiki, viento; pel, luna. El ticuna utiliza muchas tildes: con él aprenden los pequeños de muchas aldeas de la Amazonía que Yoy fue quien hizo la gente. -Los niños wayuús son hijos de la lluvia. Cuando Juya, la lluvia, cae del cielo, la recogen en ollas. Es el agua para calmar la sed en los días de la larga sequía en el desierto. Con la primera tierra mojada, los pequeños moldean sus muñecos: personas, burros, ollas. Los secan al lado del fogón y juegan con ellos todo el año. Ellos hablan Wayuunaikí, un idioma con más vocales y menos consonantes que el español. 

-Los wayuús conocen que Juya, la lluvia, encontró Mma, la tierra, la fecundó y así nacieron los primeros hijos de la tierra. 20 21 -Los niños arhuacos son hijos de la madre tierra, la dueña de todo. Para ellos, que viven en la sierra Nevada de Santa Marta, la montaña más alta a orillas del mar del mundo entero, jugar con barro significa ofender a la madre. Por eso no lo hacen. -Los guambianos son hijos de los duendes y de las raíces de los árboles. Viven en el Cauca en unas montañas que parecen forradas en terciopelo verde. Les gusta corretear impulsando llantas viejas con un palo y treparse en zancos para jugar a ser gigante. Los zancos también les sirven para espantar a los duendes, unas personas chiquiticas, con pies y manos al revés, que llevan siempre sombreros gigantes. 

-Los niños de piel negra en las dos costas, Atlántica y Pacífica, ven en la escuela una materia que se llama afroamérica. Allí hablan de BenKos Biojó. En 1599, este esclavo, traído de Senegal, lideró una rebelión y fundó cerca de Cartagena, el Palenque de San Basilio, el más famoso pueblo de negros rebeldes o cimarrones. En 1630, lo detuvieron y lo colgaron en las puertas de Cartagena de Indias.


-En San Basilio se conservan la música y el Lumbalú, ritual africano, melodía de tambor y voz, que se canta en los velorios. -Los niños en su lengua palenquera –mezcla de dialectos africanos, español y portugués– cantan: “mano americano ma discriminación e ma racismo e justo un humano” (Hermano americano, no importa la discriminación y el racismo es injusto e inhumano). 

-“La niña mariquita/no puede comer”, cantan los pequeños de piel negra de la costa Pacífica en las rondas mientras mueven, en vaivén, las caderas. Les encanta cantar y bailar; de todo hacen versos. A la hora del recreo, o en cualquier rato libre, tallan pequeñas canoas. Una piedra, un destornillador, un palo les sirve de herramienta. Luego les amarran una cuerda, como hacen los niños de la ciudad con sus carros de juguete, y los arrastran por el río......

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